martes, 22 de marzo de 2011

Joshuius :)

Cada vez que ponen una canción de Justin Bieber en la radio o cada vez que escucho a alguien cantar: ‘…and I was like, baby baby, baby oooooh’ me acuerdo de cuando me enseñabas la foto de tu querido rubio en el móvil y decías : “¿no está buenísimo? ¡Es que es perfecto! ¡Es tan comercial!”

Cada vez que alguien llega tarde a clase me acuerdo de ti, y de aquel día en clase de Matemáticas que llegaste veinte minutos tarde y la substituta dijo: “José, tienes un retraso” y tú y yo fuimos los únicos en darnos cuentas del doble sentido.

Cada vez que alguien dice algo gracioso pienso: “¿Por qué no estará aquí José para apuntarlo?”

Cada vez que me aburro en clase me acuerdo de esas interminables clases de historia en las que escribíamos largas, largas conversaciones sobre cualquier cosa.

Cada vez que echan Epi & Blas en la tele me acuerdo de ti y Uxío.

Cada vez que hago caricaturas en clase me acuerdo de ti, de mi y de tus grandiosos y maravillosos comics que tanto me gustaban.

Cada vez que alguien llama a Ice (es el nombre de una china) me viene a la cabeza la imagen de ti gritando: “¡Xeoooooooooooo!”

Cada vez que veo el coro del colegio me acuerdo de ti, y de tu ilusión de que el coro del colegio funcione, y me dan ganas de ir hasta allí y meterle un par de ostias a todos para que se apunten.

Cada vez que escucho a alguien con una muletilla me acuerdo de tu obsesión de contar los ¿vale? ¿seguimos?...

Cada vez que me decías lo bonito que era mi pelo, cada vez que me gritabas, cada vez que me llamabas puta, cada vez que me decías lo guapa que iba, cada vez que metías ostias con la mesa…



Porque todo empezó cuando íbamos en primero de primaria y me sentaron a tu lado y tu me odiabas, y yo te odiaba, porque yo era la niña pesada y tu eras el niño que me movía la mesa. Y volvía a casa, y les contaba a todos que me habían puesto al lado de un niño odioso que me movía la mesa. Aprendí a aguantarte, y tu aprendiste a aguantarme.

En tercero de primaria, cuando tu perseguías a las niñas para darles besos te volví a odiar, y tu me volviste a odiar porque yo te odiaba. Y volvía a casa, y les contaba a todos que el niño odioso José Cousillas nos perseguía para darnos besos y que era odioso.

En tercero de ESO me tocó con el pesado de José Cousillas detrás en clase y descubrí que no era un pesado, y tuve el mejor compañero de atrás de toda mi vida. Y nos reíamos por nada y peleábamos por todo. Y volvía a casa, y tenía mil y treinta historias que contar sobre mí y mi amigo José Cousillas.

En cuarto de ESO tuve la suerte de que José Cousillas estuviera en mi clase. Tuve la suerte de sentarme a su lado. Y siempre nos reíamos, reíamos por todo. Y tú cantabas, y yo te mandaba callar. Y tú te deprimías y yo me enfadaba porque tardabas veinte minutos en decirme porque. Y volvía a casa y les contaba a todos lo mucho que quería a José Cousillas y lo gracioso y divertido que era.

En agosto del 2010, una tarde, en el obelisco me acuerdo de José diciendo: “Iria, ¿te acuerdas de cuando la de mate dijo…” “¡Que sí, José! ¡Que eres un pesado!”, de cuando empezaste a llorar y yo te abrace y se me llenaron los ojos de lágrimas. Y en ese momento, me vinieron tantas imágenes y tantos momentos a la cabeza… Y en ese momento supe que nadie nunca te iba a remplazar y que durante un año volvería a casa y no tendría nada que contar sobre ti.

En primero de bachillerato no tuve la suerte de que José Cousillas estuviera en mi clase. No tuve la suerte de que estuviera en mi colegio, no tuve la suerte de que estuviera en mi país, si quiera en mi continente… Tuve la mala suerte de que el pesado de José Cousillas estaba a doce horas en avión de dónde yo estaba. Y cuando volví a casa el día de su cumpleaños y me acordé de él y de lo mucho que le quiero y de que no podré compartir su 17 cumpleaños con él y se me empañaron los ojos de lágrimas.

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